Rose tenía en un cuaderno cientos de traducciones de los cortos textos que iba leyendo del manuscrito de su abuela, todos firmados por mujeres diferentes, de épocas que para ella en su imaginario existieron en otros planetas. Cada vez que llegaba a uno nuevo, o
A medida que iban pasando las semanas, se organizaba de nuevo la dinámica del hogar. El perro de la familia, que antes era fiel guardián de la abuela, se había entregado a los mimos de Daisy, y Rose empezó a sentirse cómoda con el manuscrito
Al funeral parecían haber asistido veinte pueblos juntos. La casa, a pesar de ser grande y con amplios jardines, no bastó y en las afueras tuvieron que mandar a instalar carpas para darle sombra a la muchedumbre que crecía como maleza. La abuela se había ido,
«Las cigarras reconocen a su musa, a la que posee el tímpano indicado. Silencio, silencio al ver la piel del proxeneta, los sonidos se esconderán para aquel que vende el saber», se leía en la introducción de la obra. La abuela cargaba el manuscrito siempre debajo
Bienvenido Mes del Padre «Media hoja de papel cuadriculado y un compas, por favor», le escuchaba decir a mi papito, y yo corría a entregarlos lo más rápido que me fuera posible. Una de tantas veces estaba yo sentada en el comedor de la casa, haciendo
El alta voz de la clínica retumbó con un zumbido molesto, y luego lo que parecía ser la voz de una mujer se escuchó decir: «Pariente de la señora Yeni Toro, acercarse de urgencia a sala de partos». Según cuentan, mi esposo prestó atención al
El traqueteo de las perforaciones en la gigantesca lámina de acero inoxidable me despertó. Serían las 2 de la madrugada y por la delgada cortina se alcanzaba a filtrar la luz del patio. Me paré y fui directo a la cocina con la intención de
Bienvenido Mes del Padre. Me temblaban las viseras. El día era perfecto, soleado, ligero con la brisa que ondeaba de maravilla mi falda. Jorge apareció tras la puerta con una palidez poco habitual, un par de miradas entre los dos y los crespos de mi hija
Si mi hermano Bernardo hubiera nacido en esta época, seguro lo habrían medicado por hiperactivo, pero para la época en la que nació era solo un niño más, lleno de energía. Los padres de ahora, para quitarse la responsabilidad de los hijos, pareciera que han
Me gustaba llevar la ventana abierta, el viento y la vista eran un deleite. Iba de regreso a casa en lo que se conoce en mi país como la buseta. Para esa época usábamos en la jerga del colectivo tres definiciones: la ganga, que hacía